He aquí algunas reflexiones sonbre la tan necesaria relación escuela- familia. Un vínculo imprescindible para impulsar empeños mayores en la sociedad cubana.
«Yo no puedo ir. ¡Qué va! ¿A las cinco de la tarde? ¿A quién se le ocurre poner una reunión de padres a esa hora? Y el lunes: el día más complicado para mí».
La misma reacción, repetida casi todos los meses, incomoda y enoja a la niña de apenas 10 años, pues ella sabe que el lunes, desde que llegue al aula, la profe le preguntará con insistencia por qué su mamá faltó otra vez.
Hace días la maestra fijó la fecha de la reunión, pero nadie se ha preocupado todavía por ir. A su papá no le alcanza el tiempo entre los mandados del diario y su nuevo puesto de trabajo, y a su mamá le es suficiente con llevar y recoger a su hermanita a la casa de la mujer que la cuida, sentarse delante de una computadora casi todo el día y encargarse del «limpieteo», la batea y los calderos.
Por otro lado, la maestra le machaca las ausencias de su mamá a las reuniones, como si ella fuera la culpable, o como si no desearía acabar con ese sentimiento de incómoda contrariedad por el que no logran hablarse de frente la familia y la escuela. Entonces, la niña se pregunta: cómo quedo yo.
Si bien este no es un asunto virgen en materia periodística, los caminos para enrumbar posibles soluciones no descansan sobre el fácil bocadillo de decir y repetir que ambas partes deben llevarse bien, y ya. No basta con asumir la postura de uno de los lados para, desde ese frente, emprender la imposición y el interés por que se haga lo que uno quiere.
Ante el llevado y traído enlace entre los padres y quienes educan, valdría examinar, influidos por un ánimo cuestionador, con qué fuerzas ellos cuentan en común para desempeñar sus respectivos roles. O lo que es igual, sobre qué intenciones se tiende el modelo de actuación por el que cada uno de ellos encamina su gestión en el espacio que les corresponde.
Habría que dilucidar también cómo se imbrica el principio socializador de la escuela, con el que se gesta y se proyecta en casa, donde los lazos consanguíneos y los afectos compartidos desde la cuna tienden puentes de comunicación más estrechos y duraderos que en una clase.
Desde luego, cuando en el escenario familiar se tensan los nexos y comienzan a operan ciertos descuidos, el aula recibe todo el peso de la inconstancia. En cambio, si las preocupaciones hogareñas demuestran un sistemático andar, concierne entonces a quienes enseñan revisar cada paso, sin ligerezas, sin más bien con el tacto que debe identificar al que conduce colectivamente.
Sé que no es un liviano rastreo del maestro el despeje de un asunto en el que, de alguna manera, nos involucramos más de uno, si se comprende a esa célula esencial que es la familia, en su permanente diálogo con no pocas estructuras de nuestro entramado social, en el que la escuela constituye una franja formativa de convergencias imprescindibles para proyectar el futuro del país.
Pudiera parecer un tema ya sugerido, pero vale proponer que el imperativo de entablar o transformar para bien el vínculo del aula y la casa lleva tiempo, meditación en alta voz y como si fuera poco, hasta un pensamiento acendrado en las inspiraciones que subyacen en el ideal de hombre que se desea construir en la tierra en que uno vive.
Si asistimos, por ejemplo, a la obra de Martí, de la que todos los cubanos debiéramos beber incesantemente, es estimable cómo las influencias de su humilde familia y el papel de su maestro Mendive incidieron en su sentido ético y en la decisión del adolescente de sumarse a la independencia de su Patria.
Aun cuando el tema ha adquirido una importancia sostenida en todos los tiempos, el interés por alcanzar tan complicado maridaje, no anda divorciado de los debates que en los últimos años han afianzado un rumbo claro de prácticas y trabajos en la Cuba contemporánea.
Se trata de una cuestión que merece verse en toda su complejidad dialéctica, sopesando algunos de sus pros y sus contras a mediano y largo plazo, estimando qué me toca a mí y qué le toca al otro, qué se puede hacer entre los dos con visión recíproca, conscientes de que ambas partes se complementan, y por si fuera poco, se necesitan.
Deja un comentario